Obituarios
Karen Coquí. De Bisley. Dos meses de edad. Consumida por un guaraguao del bosque que bajó en picada sobre el nido familiar.
Carmencita Coquí. De El Verde. Una semana de edad. Murió entre las quijadas de una araña boba.
Kitty Coquí. Del valle de la Quebrada Sonadora. Siete meses de edad. Murió presa de una culebra corredora.
Cocoa Coquí. De Pico del Este. Un año de edad. Murió cuando una araña peluda lo avistó mientras subía por el tronco de un árbol cerca de su casa.
Córdova Coquí. De Mount Britton. Diez meses de edad. Murió cuando subió demasiado alto en el dosel del bosque y lo levantó un zorzal de patas coloradas que había bajado en picada.
Kelly Coquí. Del valle del Río Espíritu Santo. Un año y medio de edad. Murió en el pico de un ave no identificada que anidaba en el bosque.
Consuela Coquí. Del valle del Río Mameyes. Tres años de edad. Murió cuando no pudo saltar lo suficientemente rápido tras ser avistada por un múcaro.
Kenny Coquí. De Baño de Oro. Once meses de edad. Murió al caerse de una rama mientras era perseguido por una araña peluda.
Constancia Coquí. De Bisley. Tres semanas de edad. Murió de un mordisco de una araña boba.
Conrad Coquí. De El Verde. Once meses de edad. Murió cuando se le acercó un ave de origen desconocido mientras él cantaba en la oscuridad de la noche.
Cathy Coquí. Del valle del Río Mameyes. Cuatro años de edad. Murió por causas naturales mientras dormía. Era una de las ranas más viejas del valle y sus (literalmente) miles de hijos y nietos siempre la recordarán de manera muy tierna.
Nota del editor: La tasa de defunción de los coquíes es alarmantemente alta: aproximadamente un 81 por ciento de nuestros juveniles no sobrevive el primer año de vida y es víctima de depredadores tales como el guabá, la araña peluda y (vergüenza de vergüenzas) el coquí adulto. De los que llegan a la adultez (a un año de edad), un 94% trágicamente no sobrevive otro año. Debido a esta horrible tasa de mortalidad, en promedio muere un poco más de cinco juveniles por cada adulto en la población. Las aves siguen siendo nuestros peores enemigos, nuestros depredadores comunes. Ten especial cuidado con los guaraguaos de bosque, los múcaros, los pájaros bobos y los zorzales de patas coloradas. Recuerda que eres especialmente vulnerable cuando trepas los troncos de árboles y objetos similares. Y a ustedes los machos, recuerden que aunque canten para atraer posibles novias y mantener lejos a otros machos rivales, tengan en cuenta que están anunciándole su posición al enemigo. (Me imagino que esto provocará que Carlitos Coquí escriba otro editorial.) Bueno, de mi parte, yo espero morir de manera natural, lo cual es algo raro, disfrutando de mi exquisita hojarasca del suelo y protegido por la imprenta de La crónica del coquí.